En memoria de mi abuela

| |


Hace unos días murió Mamá Baldo, mi abuela materna, su recuerdo va a brillar dentro de mí siempre; estos días también me han servido para reflexionar qué es lo que estamos haciendo por nuestros adultos mayores, aún cuando mis 4 abuelos ya han muerto, nunca es tarde para hacerlo, cada día hay más ancianos escondidos por todo nuestro Estado, condenados a vivir en un mundo que no es el suyo, recluidos en ciudades y dentro de casas que no están diseñadas para ellos.

En su mundo, había caciques, grupos de poder y delincuentes, pero no existía ni por asomo una delincuencia organizada como la que se vive en “nuestros días”, en los que nadie está a salvo; peor aún, muchos de ellos son maltratados, violentados por sus propios “hijos” y obligados a entregarles todo, su pensión, sus propiedades, sus bienes, y hasta sus sueños.

Había calles –pocas, por cierto-, en las que los vehículos (caballos, carretas, carrozas, autos y camionetas), circulaban a baja velocidad, hoy a ellos les aterra transitar por avenidas, circuitos y boulevares con tráfico alto y veloz y semáforos que no les permiten cruzar a tiempo; le tienen miedo “a las alturas” por eso se les dificulta aún más que a nosotros subir las escaleras de los puentes peatonales.

Muchos de nuestros abuelos acostumbraban pasear por los parques y jardines que había en sus poblaciones; hoy no los hay en todas las colonias y los pocos que existen y están en condiciones de ser utilizados, han sido habilitados en su totalidad para el ejercicio de varios deportes que practican los jóvenes.

Por esta razón, a nuestros abuelos les da miedo caminar por esos espacios, ya que tienen miedo a que les pegue algún balón, o creen que pueden entorpecer el deporte de algún ciclista, patinador o corredor. Se nos olvida que nuestros abuelos podrían sobrellevar mejor sus enfermedades si pudieran caminar o hacer ejercicio.

La tierra era barata, y había menos personas, por eso nuestros abuelos construían sus casas muy grandes y ventiladas, y todas tenían jardines amplios. Hoy están condenados a vivir en algún pequeño espacio, casi siempre en el segundo piso de casas construidas en 60, 70 ó 100 metros cuadrados, sin jardín incluido y con pisos resbalosos.

Se nos olvidó, que las piernas de nuestros abuelos no son tan hábiles para estar subiendo y bajando escaleras, que sus huesos no son tan fuertes para resistir las caídas que seguramente tendrán en esos pisos, que les da claustrofobia vivir en espacios tan limitados, que les cuesta mucho bañarse y hacer sus necesidades en esos baños tan chicos, que estaban acostumbrados a dormir solos (nadie entraba a sus cuartos y hoy no se respeta ese espacio)... que tantos recuerdos no caben en esos cuartos tan pequeños que parecen cárceles.

Tampoco recordamos que el consumo de los alimentos era el momento en el que nuestros abuelos reunían a todos sus hijos y convivían en familia; ahora deben comer solos, porque nadie tiene tiempo para ellos, consumen sus alimentos en vajillas muy diferentes a las que les gustaban, y ni hablar de la comida, que ya no se cocina a fuego lento, ni sus ingredientes son naturales como los de la comida que a ellos les gustaba, y lo peor, está llena de químicos, de sustancias venenosas que los van consumiendo.

Nuestros abuelos estaban acostumbrados a vivir sin ruido y a platicar mucho, hoy en las casas donde viven todo es ruido y poca la comunicación familiar. Sus hijos siempre viendo los partidos de fútbol, sus hijas las novelas, las nietas y los nietos jóvenes escuchando música todo el día y con el aparato a todo lo que da y los más pequeños abstraídos con sus máquinas de juego.

Los abuelos están llenos de experiencia pero también de tiempo, porque salvo en algunos lugares como en la Comercial Mexicana (que sólo los utilizan para empacar alimentos), ya nadie les da empleo y menos aún un puesto de dirección, nadie cree en ellos; ni en sus propios hogares los dejan dar consejos, contrario a lo que ha pasado en todos los tiempos de la Historia, en los que el Consejos de Sabios, el Senado y todos los órganos de decisión importantes estaban conformados por los más ancianos.

La mercadotecnia tampoco se ocupa de ellos, aunque cada día es mayor la edad promedio de vida, no hay en el mercado ropa para nuestros abuelos, ropa más elástica y práctica que los ayude con sus incontinencias, fácil de colocarse porque su vista y su fuerza se ha disminuido y ya no pueden utilizar botones ni cierres muy elaborados, y hay poco zapato flexible y menos liso para que puedan calzarse fácilmente, caminar cómodamente y no se caigan cuando caminen.

Nuestros abuelos, casi todos, llenos de añoranzas, con sus sentidos y fuerzas limitadas y sus corazones rotos, se deprimen muchas veces, pero yo nunca he visto a alguno de ellos en el psicólogo o el psiquiatra, o participando en actividades que eleven su autoestima; será que ya no importa cómo se sienten? será que ya sólo esperamos su muerte.

Ojalá que todas las autoridades, ciudadanos, hijos y nietos, podamos reflexionar a tiempo, y poner nuestro granito de arena en beneficio de ellos, porque todavía hay muchos abuelos que están esperando un mundo donde realmente puedan vivir su presente en lugar de sentarlos a esperar su muerte.

Un beso a todos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

.